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sábado, 19 de mayo de 2007

Por las mañanas.


Por las mañanas, en las tierras campas, hay que caminar con tiento, tranquilo.
Intento no hacer ruido, moverme como uno más de los que allí habitan en paz. No hay manera. A mis pasos los grillos se callan, las ranas de las charcas se tiran al agua, se esconden, y el cuco deja de ser cuco y se camufla entre ramas de arboles cercanos. Deben captar el olor a humano e incluso alguna maldad oculta en mi... ¡¿pero que le podría hacer yo a alguno de ellos?!

No se me escapan las plantas, se dejan contemplar.

Dicen que la primera vez que en el año oyes cantar al cuco y llevas dinero encima, es una garantía de que la cuestión monetaria va a ir bien durante todo el año. Yo no llevaba dinero, pero la primera vez que lo oí cantar este año, llevaba el corazón inmenso y la respiración era profunda. No se que le parecerá esto al Sr. Cuco. A mi me parece bien.

Primero hace frío, es muy temprano. La hierba mojada moja. En cuanto empieza a salir el sol, el bicherío trata de hacerse oir. Hay mil y un cantos de pájaro. Los hay cantores de primera. Es agradable y comfortable. El sol no hace más que cosquillas y sombras. Es una buena hora para coquetear con el mundo.

Más arriba, en la montaña, los abejarucos dan un baño de sonidos y colores a la mañana. Vuelan en grupo pero desorganizados, a toda velocidad. Son una pandilla especial. Pilotos de primera. Se comen a las abejas en el aire.

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