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domingo, 19 de agosto de 2007

La azarosa historia de un jugador de póquer.


Como buen jugador de póquer que soy, voy por ahí calculando posibilidades. El resultado de mi absurda afición es que pululo por el mundo buscándome un destino fatal que suelo acabar encontrando.

Así, he generado un universo a mi alrededor de fatídicas casualidades. Sin entrar en el asqueroso mundo de la superstición, en el cual me cago con ganas, siempre encuentro aspectos en lo cotidiano que me proporcionan información absurda acerca de las posibilidades y relaciones entre causas y efectos. Es una especie de sexto sentido para las gilipolleces, una práctica de aeromancia que huele mal. He llegado a la conclusión de que vivimos en un mundo altamente aleatorio a pesar de estar totalmente armado en sus sucesos históricos a pequeña y gran escala, de la implacable acción-reacción. En este mundo no somos para nada conscientes de que la más mínima acción tomada, puede acarrearnos un abanico de sucesos que para nada podemos controlar. Acaba siendo esto el gran circo del horror.

Yo me lo paso bien y he sabido hacer de todo esto un próspero futuro profesional. Mi jornada laboral transcurre delante de un ordenador calculando posibilidades, trabajo de forma independiente y soy un As debajo de la manga para la industria de los seguros. Soy un especialista de la puta casualidad y le pongo precio. En la vida diaria soy un imán para los accidentes domésticos, los pequeños accidentes de tráfico, llegar tarde por vuelos retrasados, trenes averiados, apagones de luz o explosiones espontaneas allá donde vaya. El gafe me llaman. Yo a esto no le doy importancia ya que soy plenamente consciente de que pasa de forma continua sobre toda la faz de la Tierra.

Eso si, hay una cosa que me trae de cabeza; A pesar de entender la relación directa entre causas y efectos, de comprender el factor "suerte", no se por que coño, cuando voy a pagar en el supermercado, echo un vistazo rápido a todas las cajas y valoro cual es la caja que puede acabar más rápido. A tener en cuentas que valoro diversas variables como tipo de supermercado y sus controles de calidad, selección de personal y mantenimiento, tecnología que utilizan, tarjetas de crédito o dinero en mano, por parte de los clientes, tipos de productos, volumen de los mismos o número de un mismo tipo de producto, también la dificultad para que estos pasen por el sensor láser o facilidad para que estos sean manejados por dos manos en una postura de trabajo que puede ser sentado o de pie, teniendo en cuenta además de el número de personas que están guardando la compra en bolsas, en cajas o en carritos y aptitudes físicas de las mismas... además de la cara de espabilada/do del propio cajero/a, después se valora la hora del día y cuantas horas puede llevar el trabajador en su puesto de trabajo, nivel de estrés de trabajadores y clientes... etc; tomo la decisión totalmente convencido de que la elección ha sido la acertada.

Sin embargo, siempre me adelantan y salgo de último. Lo peor es que me parece un castigo divino. Entonces es cuando me doy cuenta de que vivo atormentado entre un pensamiento científico y una educación judeo-cristiana.

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