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lunes, 20 de agosto de 2007

domingo, 19 de agosto de 2007

La azarosa historia de un jugador de póquer.


Como buen jugador de póquer que soy, voy por ahí calculando posibilidades. El resultado de mi absurda afición es que pululo por el mundo buscándome un destino fatal que suelo acabar encontrando.

Así, he generado un universo a mi alrededor de fatídicas casualidades. Sin entrar en el asqueroso mundo de la superstición, en el cual me cago con ganas, siempre encuentro aspectos en lo cotidiano que me proporcionan información absurda acerca de las posibilidades y relaciones entre causas y efectos. Es una especie de sexto sentido para las gilipolleces, una práctica de aeromancia que huele mal. He llegado a la conclusión de que vivimos en un mundo altamente aleatorio a pesar de estar totalmente armado en sus sucesos históricos a pequeña y gran escala, de la implacable acción-reacción. En este mundo no somos para nada conscientes de que la más mínima acción tomada, puede acarrearnos un abanico de sucesos que para nada podemos controlar. Acaba siendo esto el gran circo del horror.

Yo me lo paso bien y he sabido hacer de todo esto un próspero futuro profesional. Mi jornada laboral transcurre delante de un ordenador calculando posibilidades, trabajo de forma independiente y soy un As debajo de la manga para la industria de los seguros. Soy un especialista de la puta casualidad y le pongo precio. En la vida diaria soy un imán para los accidentes domésticos, los pequeños accidentes de tráfico, llegar tarde por vuelos retrasados, trenes averiados, apagones de luz o explosiones espontaneas allá donde vaya. El gafe me llaman. Yo a esto no le doy importancia ya que soy plenamente consciente de que pasa de forma continua sobre toda la faz de la Tierra.

Eso si, hay una cosa que me trae de cabeza; A pesar de entender la relación directa entre causas y efectos, de comprender el factor "suerte", no se por que coño, cuando voy a pagar en el supermercado, echo un vistazo rápido a todas las cajas y valoro cual es la caja que puede acabar más rápido. A tener en cuentas que valoro diversas variables como tipo de supermercado y sus controles de calidad, selección de personal y mantenimiento, tecnología que utilizan, tarjetas de crédito o dinero en mano, por parte de los clientes, tipos de productos, volumen de los mismos o número de un mismo tipo de producto, también la dificultad para que estos pasen por el sensor láser o facilidad para que estos sean manejados por dos manos en una postura de trabajo que puede ser sentado o de pie, teniendo en cuenta además de el número de personas que están guardando la compra en bolsas, en cajas o en carritos y aptitudes físicas de las mismas... además de la cara de espabilada/do del propio cajero/a, después se valora la hora del día y cuantas horas puede llevar el trabajador en su puesto de trabajo, nivel de estrés de trabajadores y clientes... etc; tomo la decisión totalmente convencido de que la elección ha sido la acertada.

Sin embargo, siempre me adelantan y salgo de último. Lo peor es que me parece un castigo divino. Entonces es cuando me doy cuenta de que vivo atormentado entre un pensamiento científico y una educación judeo-cristiana.

sábado, 18 de agosto de 2007

Tipografía arquitectónica.


Lisa Rienermann, una estudiante de la Universidad de Duisburg-Essen. Cada letra es en realidad un espacio vació que muestra el cielo, rodeado de casas, de la ciudad de Barcelona.

vía Microsiervos.

Mi padre siempre me ha dicho desde pequeño que vaya por la calle mirando hacia arriba, que se pueden ver cosas interesantes, solo es cuestión de fijarse y ser un poco observador y eso es lo que hago desde que tengo uso de razón, así he conocido las ciudades en cuatro dimensiones, a lo que hay que sumar la afición fetichista de mi compañera por mirar por las ventanas y entre ver e imaginar vidas. Es un juego que da sorpresas interesantes... la ultima vez vi una chica desnuda en una ventana. No se debió imaginar en ningun momento que los ciudadanos de una pequeña capital de provincias fuesen a levantar la cabeza entre saludos cotidianos.

viernes, 17 de agosto de 2007

La emancipación.

No fue hace mucho, parece ya olvido,
pero aún siguen las cadenas y los grillete,
que forjamos diariamente
con política cotidianas y asesinas.



La emancipación del Ser Humano, sueño de luz, sueño cósmico, visto entre pestañas a la luz de una hoguera, desgustando un mamut, en el inicio de los tiempos. Era el cielo nocturno y estrellado, el más bonito jamás visto, catalizador de reflexiones y punto de partida.

En adelante Ser Humano como S.H.; para hacer del texto algo un poco técnico, incluso académico si se me permite. Háganse a la idea, estimados lectores, de que están ustedes leyendo uno de los primeros ensayos filosóficos acerca de la Libertad, de aquel hombre barbudo en el que de sus barbas penduraban percebes de Rinlo y que en sus cabellos, se reconocía la arquitectura de un cementerio pagano de caracoles vivos. Vivió en pelotas, con sandalias de cuero y esparto y una śabana de amor propio, que le cubría el pecho a medias, dejando a la intemperie medio corazón. Murió de hastío y un poquito frustrado en alguna isla griega, que por tectónica de placas, derivó sin derrota planteada y acabó hundiendose bajo aguas atlánticas y cuyo recuerdo podríamos llamar Atlántida, isla a cielo abierto.

Pues el soñaba que soñaba. Deseaba la emancipación del S.H. como algo esencial, algo radical, algo que por concepto era la historia por venir. Un destino trabajado a la vez que natural, un destino sin final, un camino adivinado en la selva. Así lo entendía. -El S.H. se proyectará en lo común y en lo individual hacía un mañana próspero y digno- se decía con la luna llena de espejo, descalzo sobre la tierra, bien aplomado. El trabajo sería remunerado por el propio trabajo, por el propio hecho de la acción, remunerado en cada instante, a cada momento, remunerado por el simple hecho de plantearlo. Sería de esta manera un trabajo justo. La recompensa del apoyo mutuo. El trabajo se entendería como la responsabilidad de uno para con los demás.

Pongámosle nombre al hombre; Ézaro de Atlántida, atleta del deseo, que entre vaivenes de parabólicos soles diarios, soñaba con el sueño de la Libertad. Se hizo daño al nacer, se dio de bruces con Todo y al levantarse de la enésima vez, después de soportar de nuevo el golpe de la impotencia se preguntó - No lo entiendo, ¿pues por que no puede ser?- Y hasta el día de hoy, no hay respuesta.

(A lo peor continúa)

jueves, 9 de agosto de 2007

Defenición de uno.

"El jardín de las delicias" - El Bosco. (1450-1516).
Parte central de un tríptico que se encuentra en el Museo de El Prado, Madrid.




"Soy por definición el visionario inútil de un jardín suspendido en la utopía"

Carlos Edmundo de Ory